Día de la Salud Mental: el preocupante lugar que ocupa la Argentina en un ranking de población afectada por estrés
Según un informe internacional, el 42% de los encuestados en el país dijo estar estresado, cuando un año antes eran 31%; los grupos más afectados; falencias en el cumplimiento de la ley nacional 26.657.
La inflación que no deja de ceder, las múltiples tareas diarias, trabajos mal remunerados, la violencia social, un futuro incierto. La lista podría extenderse mucho más. Las situaciones enumeradas son solo algunos de los tantos aspectos que hoy estresan a los argentinos y las argentinas. Las preocupaciones se hacen visibles, se manifiestan en problemas de salud físicos y, sobre todo, mentales, con especial impacto en las mujeres y los jóvenes.
Hoy se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental y la Argentina no está exenta de una problemática que se extiende cada vez más. En el país se observa un crecimiento considerado alarmante de la declaración de estrés que hacen sus habitantes: mientras que el 31% de los argentinos reconocía en 2020 que padecía esa afección, muy marcada entonces por la pandemia del coronavirus, la cifra ascendió al 42% a finales de 2021 (los últimos datos disponibles).
Que casi de la mitad de la población se sienta estresada deja al país por arriba de la media global (33%) y con una de las tasas más altas de la región, de acuerdo con los datos emergentes de la Encuesta Mundial de WIN y Voices realizada en 39 países a fines del año pasado, en la que la Argentina quedó en el quinto puesto del ranking, después de Japón, Serbia, Croacia y Líbano, entre todos los distritos que participaron.
El estrés es una tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos a veces graves, describe la Real Academia Española. Por lo que los resultados de la encuesta no pasan inadvertidos: alrededor de la mitad de las argentinas entrevistadas declaró sufrir estrés siempre o regularmente (49%), proporción que superó en 14 puntos a lo señalado por los hombres (35%).
Al analizar las edades de los encuestados, se corroboró que la frecuencia de este padecimiento también crece a menor edad: mientras que el 50% de los entrevistados de 18 a 24 años dijo padecer estrés siempre o regularmente, el 30% de los mayores de 65 indicó lo mismo. El nivel de estrés declarado respecto de 2020 creció en todos los segmentos etarios, excepto en los mayores de 65 que mostraron el mismo nivel de estrés que el año anterior, agrega el informe.
“Me siento ‘quemada’, ese sería el adjetivo que más me representa. Es sentirte colapsada, desbordada, corriendo continuamente... No parar ni siquiera cuando debería descansar”, cuenta María Herrera, de 35 años. La joven reside en la Capital es una mujer independiente, tiene un trabajo estable, es profesional e incluso sigue capacitándose, pero la actualidad socioeconómica del país afecta su salud mental y física, reconoce.
Ante la consulta de qué la lleva a ese malestar, Herrera enumera un sinfín de situaciones: “El no poder llegar a fin de mes, que todo aumente en un abrir y cerrar de ojos, no contar con un trabajo de buena paga que me dé tranquilidad y no poder tomarme vacaciones para descansar porque todo está carísimo”.
El estrés que atraviesa María a diario impacta en su estado de salud físico: sufre de taquicardia, insomnio frecuente, cansancio continuo, pérdida de memoria y hasta depresión leve. La mujer, como otras personas consultadas, está inmersa en una sensación negativa en la que percibe que sus ingresos no alcanzan y que ningún esfuerzo vale la pena. “La Argentina es un país tan inestable que no podés planificar nada porque en 24 horas se dispara el dólar, hay paro nacional y las empresas echan gente para aminorar gastos”, dice a LA NACION.
Hace poco más de un año que Juan Gómez, de 41 años, sufre ataques de pánico muy a menudo. No era algo propio de él, recuerda, pero su nivel de estrés llegó a un punto tan extremo que su cuerpo comenzó a reaccionar. “Me siento muy preocupado y eso me afecta mucho”, cuenta en diálogo con este diario, desde su casa en Lanús, provincia de Buenos Aires. Lo inquieta sobremanera la violencia social que parece crecer día a día a raíz de la actual situación económica por la que atraviesa el país.
“La constante inflación hace que cueste sobrevivir. Eso de sentir que laburás solo para pagar o que cuando sentís que llegás a poder comprarte una pizza otra vez, todo se va al carajo de nuevo”, explica, apesadumbrado.
La última encuesta del Observatorio de Psicología Social Aplicada (OPSA) de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), dada a conocer a mediados de este año, reconfirmó que la actual crisis económica impactó en la salud mental de la población argentina.
Gustavo González, director del organismo a cargo del estudio, advirtió entonces sobre la severidad del problema. “Parece que, como sociedad, estuviéramos condenados al fracaso y eso es lo que finalmente decanta en un estado de ánimo que es altamente negativo, muy disruptivo para la subjetividad y generador de otros episodios comportamentales como la irritabilidad o la agresión”, dijo a LA NACION, y agregó: “El acostumbramiento no generó una resignación con alguna arista positiva. Las crisis son crisis y provocan estrés”.
Además de ser las mujeres y los más jóvenes los que declararon los mayores niveles de estrés en la Encuesta Mundial de WIN y Voices, en estos segmentos se da un crecimiento interanual superior que en los demás grupos sociodemográficos. Mientras que en 2020 el 32% de las mujeres declaraba estresarse con regularidad, hoy lo declara el 49%, lo que significa 18 puntos más. Lo mismo sucede con los más jóvenes, entre quienes se incrementó la declaración 20 puntos entre una medición y la otra.
“Hace un tiempo que siento que el cuerpo me rinde menos. Estoy como agotada porque corro todo el día. Llega un momento en que querés pensar en algo más, pero no podés”, lamenta Raquel Saban, de 49 años. El estrés se hace carne en ella cuando esta madre de tres hijos, abuela de un nieto de un año, empleada en dos trabajos y hasta estudiante universitaria intenta cumplir con todas las obligaciones.
La ley de Salud Mental en Argentina
En Argentina, el derecho a la protección de la salud mental se encuentra consagrado desde el año 2010 en la Ley 26.657. Esta norma propone, principalmente, reemplazar el sistema de atención basado en el encierro de las personas en instituciones psiquiátricas, donde se ven expuestas a múltiples formas de violencia, discriminación y exclusión, por uno que las incorpore a la salud mental en los servicios generales, garantice una atención integral, humanizada y de calidad, y promueva la inclusión social.
La normativa establece que todos los centros de salud deben contar con equipos interdisciplinarios (psiquiatras, psicólogas/os, terapistas ocupacionales, trabajadoras/es sociales, entre otros) que brinden asistencia en materia de salud mental, y que todos los hospitales generales públicos y privados deben incorporar servicios de atención ambulatoria y de internación para quienes lo requieran. A ello debe sumarse la creación de una red de dispositivos en la comunidad, tales como viviendas asistidas, servicios de atención domiciliaria, consultorios externos, hospitales de día, cooperativas de trabajo, y servicios de apoyo para las personas y sus familias.
Sin embargo, advierte la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (Acij), todavía existen diferentes barreras que impiden avanzar en la plena implementación de la ley en todo el país. Según el censo de 2019, aún existen 162 hospitales psiquiátricos en el país, en donde viven 12.035 personas.
“En materia de políticas públicas es necesario avanzar con la adecuación de todos ellos, la externación de las personas que todavía viven allí, la incorporación de la salud mental en la atención primaria y hospitales generales, y la creación de dispositivos de base comunitaria”, indica el organismo.
Para implementar estas medidas, el Estado nacional -y las provincias- debe cumplir con la pauta presupuestaria que establece la ley que obliga a destinar, cómo mínimo, el 10% del gasto total de salud a salud mental. “Hasta ahora, este monto nunca superó el 2,2%”, enfatiza la Acij.
Por Valeria Musse