Alta inflación: la protagonista del año
En 2023 el foco de atención giró en torno a la carrera de precios con su correlato del dólar indomable y deterioro de los ingresos.
A la hora de elegir los personajes del año en su tradicional tapa de diciembre, la revista Time no siempre ponía de relieve al triunfador sino muchas veces al villano de turno pero que había acaparado la atención durante el año que se iba. Es lo que ocurrió con una vieja conocida de la vida económica argentina: la inflación. Si se confirman las proyecciones de un alza del IPC de más del 22% para este mes, la inflación de 2023 habrá sido de al menos 200%, batiendo el récord que tenía el año 1990 (1.343%), el último previo a la convertibilidad (abril de 1991).
Zona caliente. Mientras los economistas discuten cuál es la frontera con la hiperinflación, la vida diaria y el poder adquisitivo se altera con tasas mensuales de dos dígitos. Sólo en enero se mostró un IPC del 6% mensual, que anualizado se proyectaba al 100%. Sin embargo, para una sociedad acostumbrada a la inestabilidad, la convergencia con las expectativas sembradas en un año de recambio presidencial produjo un efecto extraño. Apareció la añoranza de épocas de quietud cambiaria, ejemplificada con la ilusión de la dolarización. Pero también, la intolerancia a más parches que prolongaran el largo estancamiento de la economía argentina: desde 2011 el PBI por habitante no creció y todo indica que 2024 no será la excepción. En todo caso, podría haber un punto de inflexión…si todo sale bien. Quizás por eso, en su encuesta anual global, ¡la consultora Voices! mostró que el 42% de los argentinos se muestran optimistas (contra 39% del promedio mundial) pero 18% no supo o quiso contestar, contra 7% en el resto del planeta. Esto revelaría que la incertidumbre ganó terreno en este fin de año vertiginoso. En materia económica estrictamente hablando, 29% cree que 2024 será un año de prosperidad (vs. 26% global) y 51% lo ve como de dificultad.
La previsible devaluación del tipo de cambio oficial inmediatamente después de la asunción de la nueva administración, con un salto del 115%, impulsó el precio de los productos dolarizados y, entre ellos, los de los alimentos, que ya venían teniendo semanas de subas por encima de promedio. La consultora Invecq le da un 37% de aumento de las cuatro semanas anteriores al viernes 22 de diciembre. Por su parte, EcoGo proyecta un aumento del 34,9% en el rubro y un índice general de 29,4% para todo diciembre.
La economista María Castiglioni, directora de C&T Asesores Económicos, estima que la inflación de enero-marzo dependerá de muchos factores, no solo el tipo de cambio, sino también lo monetario y las expectativas. “En lo monetario, cuánto circulante realmente el Banco Central elimine con los bonos para importadores, cuándo el fisco alcanzaría el equilibrio financiero y por lo tanto no necesitaría nada de financiamiento del BCRA, e incluso, podría ocurrir hasta que el Tesoro fuera contractivo”, ejemplifica.
Ola de pesos. El temor a una dolarización inminente había producido una corrida contar el peso que, paradójicamente, produjo el efecto el que se quería escapar: cayó la demanda de dinero en desmedro de una dolarización de las carteras y los bancos cambiaron rápidamente sus colocaciones en Letras de Liquidez (Leliqs) por pases, con renovación diaria, a la espera de novedades. La apuesta fuerte del tándem Caputo-Bausili (el nuevo presidente del Banco Central) bajando la tasa de interés que pagan los títulos de la dichosa “bola de nieve” produjo un desarme paulatino, pero ingresando en la zona de riesgo de incrementar la demanda de dólares en los mercados financieros. La caída abrupta de la brecha cambiaria a un inédito 12% (la más baja desde fin de 2019) se produce cuando las reservas comienzan a desandar el camino descendente de los últimos meses y redobla la apuesta de eliminar los cuestionados controles discrecionales de importaciones (el SIRA con el que los importadores veían frenada, en los hechos, el acceso a las divisas. La regularización de la deuda acumulada el último año a que obligó la autoridad económica ante la caída del saldo exportable por la sequía (estimada en unos US$22.000 millones) se hará con un bono que servirá para absorber los pesos excedentes en plaza. De esta manera también se cumplirá con el propósito de no alterar el flujo de insumos necesarios para no entorpecer la producción.
Luces verdes y rojas. El salto inflacionario fue algo previsto por propios y ajenos al Gobierno. Se basaba suposiciones: en primer lugar, la insostenibilidad del programa llevado adelante por el excandidato Massa en su calidad de ministro de Economía: básicamente, ampliar el déficit fiscal con medidas expansionistas, congelar tarifas de servicios púbicos y administrar la escasez de divisas hasta el extremo sin recurrir a una devaluación. Además de la burbuja de consumo y cierto bienestar preelectoral, lo que produjo esta política durante varios meses fue intensificar la distorsión de precios relativos. Y la forma más expeditiva de corregirlos en una economía inflacionaria es… con más inflación.
El salto cambiario fue acompañado por la suba brusca de los precios de alimentos, artículos de limpieza y otros servicios desregulados y podría continuar con otra Cenicienta del plan Platita: la actualización de las tarifas. Muchas de ellas estaban atadas a un dólar “oficial” de $400 o aún menos si tenían un valor de origen anterior. Ahora estos valores deberán ser renegociados en su totalidad y la prueba de fuego será con el sector gasífero que espera conseguir un valor realista de sus tarifas que haría más que triplicar los montos en algunos casos.
El transporte urbano ya acusó recibo de la suba de sus costos con el aumento del gasoil que haría lleva a $1.000 el valor “técnico” de la tarifa sobre la cual se aplican los subsidios. Pero Economía prometió cambiar el sistema de cálculo a partir de enero… que está encima, para aplicar uno que subsidie la demanda en lugar de la oferta. Esto correría también para los otros servicios públicos con lo cual no queda claro todavía el efecto final sobre el usuario.
Y también seguiría flotando una duda existencial sobre todo el costo de todo el entramado de bonificaciones y alivio para el consumidor ya que muchos de ellos (como los trenes metropolitanos, los colectivos, AYSA, EDENOR y EDESUR) están prestados total o mayoritariamente en el AMBA y son financiados por el Tesoro nacional. Una cuestión que arroja al gobernador Axel Kicillof y el jefe de Gobierno Jorge Macri a la ventanilla de reclamos. La provincia de Buenos Aires sigue cediendo al resto del país casi la mitad de lo recaudado por impuestos nacionales en su territorio y en CABA, los últimos proyectos de leyes le prometen transferir las funciones que faltaban, pero que implican un presupuesto adicional.
Un verano que, además de las lluvias auspiciosas para la resurrección de exportaciones, augura múltiples frentes abiertos y un resultado incierto, imposible de medir con certeza con los parámetros vigentes hasta ahora.